"¡No ves que vine del polvo! ¡No ves mis llagas, mis heridas prominentes!".
En aquel momento no lo entendí. Le receté una dosis de Akinetón y Alopidol. Aquella noche hubo silencio en la guardia. Un solo grito se oyó a las seis de la mañana en la guardia de los varones. Era un grito desgarrador de ultratumba. Como de pesadilla de Dios. Que llegaba de alguna parte de lo desconocido para romper el amanecer y sus ventanas abarrotadas.
Corrimos hacia el grito y ahí estaba, sangrando en una cama de hospicio, el paciente que había medicado, aquel que venia del polvo. Inexplicablemente sangraba su espalda. Allí donde los omoplatos, en los costados de la columna vertebral. Lloraba resquebrajado.
Curaron sus heridas levemente. Yo me acerqué y me quedé allí acariciando su espalda hasta que durmió. En su mirada algo había cambiado. Ya no parecía tranquilo y soportable. Se tornó oscuro e ilógico. Fue demasiado para mi limitado criterio medico.
Yo observaba su ser estático como una piedra en el consultorio, como algo que no se quiere mover, y él miraba el piso calladamente.
En aquellos días un vapor espeso de tinieblas veraniegas caldeaba la atmósfera llenando de densidad aquel lugar.
En aquellos días yo me sentaba frente al paciente roto mientras el no decía nada y yo pensaba. Pensaba de una manera muy distinta a la que yo solía pensar.
En aquellos días él un día hablo, casi acercándose a su voz, dijo: “me cortaron las alas, me cortaron las alas".
Entonces con un tono más oscuro me explico que su mamá era una princesa que había sido capturada por un hombre que hacia cuentas y decía que era serio, que había salido del cuento del principito. Ese hombre que se creía un ogro era su padre. Y su madre, la princesa que quería vivir.
"Y mi mamá era la princesa que quería vivir" decía "Que tuvo tres hermosos hijos con mi papá que era un hombre que había abandonado sus sueños para dedicarse a hacer cuentas con un reloj de arena. Yo fui bautizado como Ángel de fuego por mis hermosas alas que irradiaban una luz de pálido amanecer, como de algún hombre que fue jueves. Después vino mi hermano, un marinero que no se animaba a ser jardinero. Y el mas chico fue un principito que se quedó en su planeta sin una flor".
Aquel Ángel de fuego de hermosas alas quebradas lloraba. Lo hacía en cada rincón de ese lugar de gente sin razón.
Una vez le pregunté: "¿Porqué lloras tanto?"
"¿Es preciso explicarle? ¿No ve que vengo de muchas tristezas?"
Ahí entendí que no había una explicación de la razón sino del corazón. Aquel ser lloraba desde lo más profundo, desde su esencia sufrida. Yo sentía que no tenía una forma médica de abordarlo. La medicación solo lo doparía. Él había despertado en mí algo mas que mi ser esencial, o que mi amor a la humanidad. El había despertado mi propio amor, el amor a mi mismo. Había despertado mi espíritu, mi parte no racional, mis sentimientos y mis fantasías. No podía más que abrazarlo. Pensé que era la mejor manera de curarlo. La forma más cercana de curarme a mí.
Al principio todo esto me producía confusión, dudas. Llegaba a enojarme conmigo mismo por expresar nuevas sensaciones. Más de una noche me alcoholicé. Después todo fue tomando rumbos diferentes. Sentí que el me curaba de mi pasado, a través de su fantástica y real historia de juguete. Su historia que recorría libros, películas y canciones.
"¿Qué edad tenés?"
"No sé....... no sé contar. Creo que vengo de veinte años rotos contra un cristal".
"Necesito saber tus datos para llenar tu archivo en el hospital".
Él cabizbajo y meditabundo me regaló una mirada al piso opaca de sí.
Opaca, oscura que decía aquí se viene lo peor.........
"¿Quién te trajo, Zeus?"
"Caí aquí porque mis alas no me permitieron seguir vuelo. Aterricé como un ave de buen agüero en este lecho de tristezas, de gente que solo cree en sus miserias".
Mi cabeza tembló en mis manos. Dejé caer la birome y la ficha murió en el suelo. Salí a caminar, -desordenada-mente- sobre el prado rociado de sienes. Por un momento me sentí volar y pensé que era uno de ellos; de los que intentamos salvar a través de Alopidol, Akineton, Estelacine y RIVOTRIL 2,5 MG.
Desperté algún día al amanecer sobre el pasto sembrado de rocío mañanero. Me olvidé de mi casa. Y ahí estaba él, mirándome a través del sol, con sus pálidos ojos, con su rostro inexpresivo; con cara de nada. Ahora partiendo hacia la luz Argentina.
Claro que todo se despabiló en mi mente una hora después. Después del desayuno me di cuenta que no era uno de ellos, sino uno de nosotros. Y pensé "¿Que diferencia hay entre uno de ellos y uno de nosotros? ¿Cuántos pasos hay entre uno de ellos y uno de nosotros?".
Si, me había internado en uno de ellos por un rato. Fue como entenderlos desde adentro.
"Y Ahora... pequeño príncipe o gran alquimista ¿Por donde comenzamos?"
Me sonrió con sus ojos y dijo: "Y..... Ahora..... Por donde a usted le plazca. Por esa parte en donde nos entendemos muy bien.
"Bien, ¿Desde cuando sentís que tenés que vagar por la vida?"
"No, no, no, no...... Soy un caminante de carne y ¡mas! que huesos, con alas en donde solo algunos pueden ver. Los más sencillos y sensibles. Camino por un mundo de estrellas submarinas y otro de cometas y serpientes afrodisíacas. Camino por la ladera de un monte. Y cuando no camino, vuelo. Es así. ¿Qué le parece, señor con alas en los pies y en la cabeza como mi amigo Mercurio?"
"Me parece que podés seguir nadando, caminando y volando Siempre teniendo en cuenta que estamos aquí tratando de cambiar el mundo. Y mas en cuenta aún, que, por el momento solo nosotros podemos volar, caminar o nadar por los aires, tierras y mares de tu conciencia".
"Y dígame, dueño de una ola sin marea, ¿Cuál es el aprendizaje?"
"Solo se trata de disfrazarte para no salir lastimado. Darte un caparazón muy humano"
Luego de esas palabras, su sonrisa fue con todo su cuerpo.